Día de los simpson por qué se ríen

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Día de los simpson por qué se ríen

2023-04-19 16:28| 来源: 网络整理| 查看: 265

¿Cómo sobrevive una serie tanto tiempo y, sobre todo, a tantos panoramas audiovisuales tan diversos? Reinventándose y conquistando a nuevos públicos. Esta sátira animada ha sido capaz de entusiasmar a espectadores de todas las edades (aunque en un principio el objetivo era conquistar a los más adultos) y de cualquier ideología, porque aborda cualquier tipo de asunto de actualidad. De ahí que en ocasiones se le adjudique la etiqueta de serie visionaria. La plataforma Disney la aloja completa y eso permite comprobar que no envejece y que, a pesar de su lógica evolución, no ha perdido su ironía ni su capacidad de sorprender. Los redactores de Pantallas felicitan a la familia amarilla escogiendo su episodio favorito.

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Treehouse of Horror Los Simpson y Edgar Allan Poe. Por Borja Crespo

Si algo engrandece a 'Los Simpson', una serie sempiterna, al margen de su irónico sentido del humor y su carácter visionario, pasto de memes en internet, es la batería de referencias que despliega capítulo a capítulo. Entre algunos guiños sesudos, codazos a la actualidad del momento y abundantes loas a la cultura popular, han sido varios los episodios que han rendido pleitesía al legendario literato Edgar Allan Poe, con la adaptación de su relato 'El cuervo' a la cabeza, protagonizada por, faltaría más, el entrañable Homer Simpson.

El conocido poema forma parte de una entrega de 'Treehouse of Horror' -etiqueta que aglutina alguna pequeñas piezas maestras, ojo también a 'El resplandor'-, concretamente el episodio 3 de la segunda temporada. Lisa recita el texto en la cabaña del árbol del terror y éste cobra vida con el torpe padre de la popular familia televisiva encarnando a Poe, mientras Bart asume el papel del cuervo y Marge se presenta como la imagen de la amada Leonor. El resultado son casi cinco deliciosos minutos que fusionan homenaje y parodia manteniendo la esencia del material de partida sin que el sello de Matt Groening se diluya.Homer es un tipo atormentado por la muerte de su amada Leonor. El dichoso pájaro, con el rostro de su hijo, el malencarado Bart, le empuja a la locura repitiendo sin parar «never more», ¡nunca más! Una voz en off, a cargo de James Earl Jones en la versión original, conocido por personajes tan populares como Darth Vader en 'Star Wars' o Mufasa en 'El Rey León', da empaque a un cuento sobre la soledad y el amor romántico.

A lo largo de la serie, Poe ha aparecido caricaturizado, en persona, como tantos otros personajes vitales de nuestra historia. En el segundo episodio de la sexta temporada, 'La rival de Lisa', donde la más lista del clan siente celos de una compañera de clase que le hace sombra, hay una cita directa a 'El corazón delator', otro escrito esencial del conocido escritor. La enemiga del colegio en cuestión construye un maqueta con una escena del inquietante relato. En el episodio 'Sábados de trueno', en la tercera temporada, podemos ver una lápida de Edgar Allan Poe en un cementerio. También asistimos a una escenificación muy divertida de 'La caída de la Casa de Usher', cuando parte de la familia está viendo un programa de televisión donde se destruyen edificios, entre otros momentos que sirven de ejemplo de el interés de 'Los Simpson' por ofrecer varias lecturas y sonadas referencias a lo largo de su extensa existencia.

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King-size Homer El del vestido de flores y la boina blanca. Por Iker Cortés

Si hay una constante en todas las series de animación es que los personajes rara vez cambian de indumentaria o de aspecto. 'Homer tamaño king-size', el séptimo capítulo de la séptima temporada de la ficción, rompe ambas reglas para dar pie a un Homer tan distinto e icónico que acabó formando parte, por derecho propio, del merchandising oficial de 'Los Simpson'.

Escrito por Dan Greaney y dirigido por Jim Reardon, el episodio es el 135 de la ficción y cuenta con una de las mejores premisas en la dilatada carrera televisiva de la familia amarilla. Agobiado por el ridículo programa de ejercicios físicos que el señor Burns -es tronchante verle dirigir a sus hombres- ha puesto en marcha para mejorar la salud de los trabajadores de la central nuclear, Homer trata de conseguir que le den la baja. Pese a sus intentos por tener un accidente, no lo logra, pero entonces descubre que si aumenta de peso 27 kilos, hasta llegar a los 135, le darán la incapacidad y podrá trabajar desde casa.

Un plan sin fisuras al que Bart enseguida se adhiere y Lisa, la voz de la conciencia, le reprocha por aquello de tratar de abusar del sistema. Como su médico de cabecera no quiere ayudarles con el plan, Homer y Bart acaban acudiendo al doctor Nick, licenciado en la 'prestigiosa' Facultad de Hollywood, que le da las claves para engordar rápido con una combinación de dos elementos: horizontalidad perpetua y abuso de la pirámide de los alimentos prohibidos. Y una clave más: si al restregar el alimento sobre un papel, este se transparenta, es que resulta perfecto para engullirlo.

A partir de ahí surgen todo tipo de gags que ya se han instalado en nuestra memoria colectiva. Desde la báscula que pesa de menos porque Homer tiene apoyada parte de la barriga en el toallero hasta la ensoñación de Bart siguiendo los pasos de su padre -esto es obesidad mórbida, postrado en una cama, limpiándose con una toalla atada a un palo y viviendo de las ayudas del Gobierno-, pasando por la burla que les hace a los chavales cuando tienen que ir al colegio mientras él se queda en casa, sus problemas con el ordenador -cree que pulsando la tecla 'Tab' la computadora le va a servir el refresco del mismo nombre o no encuentra la tecla 'cualquier' cuando el ordenador le dice que presione cualquier tecla- o el mítico vestido de flores y la boina blanca con los que decide vestirse cuando se convierte en obeso.

Es, sin duda, uno de los mejores capítulos de 'Los Simpson' y así lo reflejó la revista 'Empire' en 2008, cuando colocó el show de Matt Groening en el primer puesto de su especial sobre los mejores cincuenta programas televisivos de la historia y calificó a 'Homer tamaño king-size' como su mejor episodio.

Varias imágenes de 'Los Simpson'. Imagen principal - Varias imágenes de 'Los Simpson'. Imagen secundaria 1 - Varias imágenes de 'Los Simpson'. Imagen secundaria 2 - Varias imágenes de 'Los Simpson'.

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Girly Edition Somos 'La gente de Bart'. Por Andrea Morán

Con una rápida búsqueda por internet se puede conseguir una camiseta de algodón (diferentes colores disponibles) con el logo de aquella mítica sección ideada por el pequeño de los Simpson para un telediario infantil. Por 'La gente de Bart' desfilaba un jubilado alimentando a unos patos inexistentes, unos veteranos que cosían con retales banderas de Estados Unidos, y también la loca de los gatos, aquella mujer que recorría todo Springfield persiguiendo a Lisa y lanzándole los animales a la cabeza. Cómo olvidarla.

Es el episodio 21 de la temporada 9 y en él no hay ninguna escena prescindible ni ninguna aburrida. Los creadores de 'Los Simpson' siempre buscaban (supongo que seguirán buscando) nuestra risa, nunca se contentaron con narrar una historieta; ésta casi era el pretexto para que surgiera el gag, las réplicas estúpidas/hilarantes, las vueltas de tuerca o los comportamientos imprevisibles.

Por ejemplo, en este episodio, Bart se convierte en una estrella de la televisión y Homer se compra un mono. Al mismo tiempo, Lisa siente envidia y Marge anda desesperada (conviene hacer notar que a algunos personajes les dieron más potencial cómico que a otros, a saber por qué).

Todo comienza cuando los dos hermanos de la familia quedan al cargo del informativo infantil. Bart consigue desarrollar un estilo propio cubriendo historias humanas que, en el fondo, están explotando la miseria del mundo y sus gentes. Poca broma con esta sátira del género periodístico que podría sacarle los colores a más de uno.

Por su parte, el mono de Homer, a imagen y semejanza de su dueño, termina por holgazanear, comer ganchitos frente a la tele y abrir una lata de cerveza tras otra. Mojo, así se llama, lleva puestos unos pañales porque apenas se puede poner de pie. «Déjale, si se está esforzando por respirar», se justifica Homer cuando Marge le llama la atención.

Cuando uno lo analiza, es sorprendente la capacidad de los guionistas por lograr que en cada escena convivan historia, situación, personajes y dinámicas familiares. Ahí está la eterna rivalidad entre Bart y Lisa, la despreocupada manera que tiene Homer de ejercer la paternidad o la forma en la que Marge es madre de sus hijos pero, quizá sobre todo, también de su marido.

Y luego está la irreverencia. En este episodio, la propia serie se ríe de los viejos (nunca de 'los ancianos' ni de 'la tercera edad'), del maltrato animal, del alcoholismo e incluso de la industria a la que pertenece, la televisiva. Cuando Lisa y Bart se adentran en el mundo de la información, quedan al descubierto los egos de las estrellas, los ejecutivos sin escrúpulos y la lucha por las audiencias.

Los grandes secundarios hacen apariciones breves pero dan en la diana: Krusty El Payaso, Milhouse, Kent Brockman, el jardinero Willie, Apu y el señor Burns. Vamos, el reparto de ensueño. Son 22 minutos que se beben de un trago.

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New kids on the blecch (2001) Episodios como tatuajes. Por Carlos G. Fernández

Sí, el de 'Alístate en la Marina'. El capítulo 262 de la serie es un despliegue de inteligencia humorística como pocas veces se ha visto, y uno de los que más anclados llevo en el recuerdo, como tatuada lleva un ancla cierto bíceps del capítulo. No pueden caber más cosas, más temas, con un chiste cada diez o quince segundos y muy pocos momentos de respiro. Como es marca de la casa, los primeros cinco minutos —la forma de encontrar la excusa para arrancar la trama— no tienen absolutamente nada que ver con el desarrollo posterior. ¿Alguien se acuerda de que este episodio empieza con una carrera absurda por Springfield? Bart hace trampas, gana la carrera haciéndose pasar por italiano y es entonces, en el 5:00 clavado, cuando aparece el legendario Teniente Smash para salvarle de una turba violenta.

Los Simpson se reían siempre de esa masa enfurecida, pero visto veinte años después ese enfurecimiento ya nos remite a otros lugares, dentro y fuera de las redes. Era muy gracioso ver cómo se escalaba de cero a cien en violencia comunal, ahora la sonrisa se me queda a medias.

Entrando en harina, llega la crítica al absurdo de la maquinaria cultural. La industria de las boy-bands, solo un pelín exagerada, con unas canciones francamente maravillosas, sobre todo para herir el orgullo de cualquier grupo adolescente. Pero de ahí saltamos —¡tan rápido!— a los mensajes subliminales, al videoclip bombardeando iraquíes malvados, a Lisa desenmascarando al teniente, al concierto en un portaaviones (los niños que saltan por la borda y se van andando, ¡buah!), a la alucinación de los hippies con tirachinas y al bombardeo de una revista satírica, donde está la cumbre del absurdo del capítulo, una frase que no se olvida. Tras lanzar los misiles contra el edificio de MAD, la redacción despierta entre los escombros, cascotes y legajos, ruina y destrucción, cien metros de caída y entonces:

— «¿Estáis todos bien?»

— «Yo, de hecho, me siento mejor.»

El paso del tiempo es asesino, pero el capítulo aguanta muy bien. Hay tres o cuatro decisiones, podríamos decir de casting, que ahora cantan un poco, pero uno se descubre estallando en carcajadas incrédulas, especialmente con el absurdo y lo menos célebre. La mano de esa mesa de guionistas moviendo la trama enteramente a su antojo es digna de estudio. Si hay que descubrir el disfraz de Bart… pues que pase una paloma y le quite el bigote postizo. No hace falta justificar nada, es oro. La vida acelerada, en dibujos animados. Habría que escribir largo y tendido por qué dejaron de hacernos falta Los Simpson. Sería un artículo lleno de impresiones subjetivas, nostalgias tremendistas y desesperanza por el futuro.

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Homer and Lisa Exchange Cross Words ¿Cuántas veces nos pueden partir el corazón en un solo capítulo? Por Rosa Palo

Cuando no has sido bendecido con el don de la autoconfianza, es la fe que los demás depositan en ti la que suple esa falta. Pero si son los que más te quieren los que no creen en tus posibilidades, el corazón se te rompe en mil pedazos pequeños, diminutos. Es lo que le sucede a Lisa en este episodio. Y a nosotros.

En el sexto capítulo de la temporada 20 de 'Los Simpson', y mientras que Homer descubre su asombroso talento para hacer rupturas subrogadas, Lisa descubre el suyo para resolver crucigramas. «¿Sabes una cosa, mamá? ¡Soy cruciverbalista!», dice entusiasmada. «¿Otra religión?», le responde Marge. Obsesiva como es, Lisa comienza a ver palabras entrecruzadas en todas partes, hasta que acaba presentándose al torneo municipal de crucigramas y empieza a ganar ronda tras ronda. Y Homer apuesta clandestinamente por su hija y se forra. Y Lisa sigue ganando. Y Homer sigue forrándose.

Llega la gran final. Minutos antes de comenzar, Lisa está intranquila, y hace a Homer partícipe de su desasosiego: «Solo me preocupa que siempre me autoboicoteo cuando estoy a punto de ser feliz. En mis pocos años de vida, siempre que voy a alcanzar la felicidad una parte pequeñita de mí dice «No te lo mereces», y otra parte pequeñita dice «Es verdad»». Y mientras que a los expertos en torpedear nuestras propias vidas se nos encoge el corazón, a Homer se le encoge el bolsillo: asustado ante la posibilidad de que pierda el torneo, apuesta todo lo que ha ganado en contra de su hija. Y Lisa pierde. Y Homer gana. Y Lisa descubre que ni siquiera su padre confiaba en ella. Y Lisa estalla: «¡A partir de ahora soy Lisa Bouvier!». Y se nos vuelve a partir el corazón. Y, esta vez, también se parte el de Homer.

Lisa, devastada, abandona su afición por los crucigramas. Pero un domingo, espoleada por Marge (esa madre que, aunque no sabe qué es ser cruciverbalista, conoce a su hija mejor que nadie), se pone a hacer el del New York Times. Entre las palabras cruzadas descubre una frase: «Papá tonto lamenta su apuesta». Sí, Homer ha hablado con Will Shortz, editor del crucigrama del New York Times, y con el experto en crucigramas Merl Reagle (hacen un cameo en el capítulo), para introducir sus disculpas en el pasatiempo. Pero aún hay más: mirando la primera letra de cada definición, Lisa descubre otro mensaje de amor: «Seas Bouvier o Simpson, te adoro». Lisa, conmovida, acaba montada a caballito sobre Homer al son de 'Cherish' de The Association, mientras que, a nosotros, por tercera vez en 20 minutos, se nos encoge el corazón; esta vez, de felicidad. Y asistimos asombrados al milagro de que unos dibujos animados de color amarillo tengan mayor capacidad para profundizar en nuestros sentimientos que todos los manuales de autoayuda del mundo. A la hoguera con ellos.



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